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viernes, 4 de julio de 2008

Siempre la misma: en sus primeras épocas, Susana hacía papelones



Como era de esperar, luego de su anécdota del pingüino y Monzón, en esta edición de su revista Susana Giménez nos vuelve a deleitar con una nueva historia. Esta vez, la diva de los teléfonos cuenta uno de sus primeros papelonazos en público.

El cuento comienza en 1976 en una gira por Colombia, país a donde la invitaron y atendieron cual reina de Java llenos de expectativas. Sin embargo, la “Su” dejó su marcaque a lo largo de su carrera quedó registrada.

La entonces inexperta Susana, conocida por sus películas y por “Shock”, aterrizó en Colombia para dar un show en el lujosísimo Hotel Intercontinentala donde sólo entraba la gente adinerada y políticos a un precio de 100 dólares el ticket.

La ahora diva de los teléfonos llegó a Colombia con el tema “03, 03, 4, 5, 6” grabado en un casette que usaba para sus habituales presentaciones, una diminuta tanga, una cola de plumas y escasos dos bailarines. Todo "made in casa".

Luego de que el telón del escenario se abriera tras una pomposa presentación al grito de “con ustedes Susanaaaaaa Giménez” la diva se dispuso a hacer su habitual playback. Pero la precaria metodología falló y el abucheo no tardó en llegar.

“Fuera, esto es un fraude, una estafa”, gritaba la gente. Y ella con su cabeza a mil pensaba “Dios mió ¿qué hago?” Según la historia, Susana estuvo un minuto parada en el escenario estupefacta y al minuto dos tiró el micrófono para atrás y se fue corriendo a cuatro kilómetros por hora.

“Casi desnuda atravesé los pasillos de la cocina del hotel con los bailarines que me seguían, el último traía mi cola de plumas y tiraba toda la vajilla que se encontraba a su paso. Se escuchaban de fondo los insultos y un batifondo como si estuvieran volando cosas por el aire”.

Susana fue directo a su suite y se tiró en la cama a llorar, estado en el que permaneció toda la noche. Al día siguiente, hizo sus valijas se puso un pañuelo en la cabeza, anteojos negros y abrió la puerta. “Asomé la cabeza, miré para ambos lados asegurándome de poder salir sin ser abucheada. Ya en la limousine, camino al aeropuerto, lo miré a mi representante que tenía la cabeza vendada y estallamos en un ataque de risa sin decir una sola palabra”.

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